¿Sabéis eso que dicen de que cuando deseas algo muy fuerte, puede ocurrir? Pues así sucedió el día cuatro de mayo de este año a una niñita muy especial, que decidió celebrar su comunión con nosotros.
Un día frío de invierno vino una de nuestras clientas más queridas y nos dijo, que su pequeña tomaba la primera comunión la primavera del año que entraba. Enseguida nos pusimos manos a la obra y quisimos saber cuáles eran los gustos y los deseos de esta niña tan especial. Esta mamá, nos comentó que su hija siempre fantaseaba con hadas, gnomos, duendes, bosques mágicos, en definitiva con un mundo de fantasía lleno de magia, dónde poder escapar de los deberes del cole y del aburrimiento con su imaginación y volar tan alto como las nubes la dejasen.
Sabiendo todo esto, lo que hicimos fue informarnos sobre todo este mundo, nos vimos un sinfín de películas como Willow, Cristal oscuro, Un puente hacia Terabithia…, echamos mano de nuestra memoria lectora y volvimos a mundos mágicos (Narnia, Fantasía, Idhún, etc.), y nos inspiramos imaginando nosotras mismas como sería este mundo, lleno de luces multicolores y sonidos maravillosos.
Enseguida tuvimos claro que nuestro escenario sería un bosque encantado, con lo cual, tuvimos que hacernos con árboles, plantas y flores. Elegimos unos fondos para que diesen profundidad y sensación de estar en el mismísimo Nunca Jamás (ya sabéis tenéis que: “volar hasta lo más alto del cielo y girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer”.) en ellos podías ver árboles-casa, un hada de lo más cucota, y la frondosidad de los bosques. Otra de las cosas en las que estuvimos de acuerdo, fue la de decorar las mesas con maderas y musgo, que aunque a priori os parezca algo hosco, quedó de lo más bonito y elegante.
El candy bar o buffet de chuches, como prefiráis llamarlo, sabíamos que tenía que ser lo más mágico, ya que los niños (y los no tan niños) no pueden parar de estar cerca de él, el azúcar y los colores chillones es lo que tiene; así que hicimos un arco con una enredadera del que colgaban unas duendecillas preciosas, y tarritos con lucecitas led, que realmente todos sabemos que es polvo de hadas (indispensable para poder volar, además de creer en ellas). También pusimos un innumerable surtido de gominolas de todos los colores y formas para hacer más especial si cabe este lugar y para acompañarlas, y coger alguna de vez en cuando, algún animal o criatura como fueron una ardilla, un búho y un elfo de las setas.
Otro de los puntos importantes que quisimos resaltar era la entrada, queríamos que la peque al entrar se quedara maravillada y supiese que su comunión sería de cuento. Un cuento donde la primera página estaba escrita por su madre, con unas palabras llenas de amor, cariño, y magia, esa magia que solo conocen las madres, la magia que te llena de calorcito, la que te protege, la que te ilumina, esa que sólo es posible con el amor más puro. Para esto, hicimos un libro gigante que serviría de entrada, adornado con vegetación y con una puerta hacia el comedor y hacia el comienzo de su historia. Una historia llena de ilusión, amigos, emociones y alegría.
También pusimos un montón de detallitos maravillosos que hiciesen que cada rincón evocase este mundo fantasioso: en el libro de firmas de la niña estuvo acompañado de un espejito con mariposas y frases felices como sacadas de aquellas historietas que leíamos de niños; pusimos también una fuente de chocolate con fruta y chuches para deleitar a todos; a los niños se les dio como detalle una casita de gnomos que se abre por el techo y estaba llena de dulces y donde luego pueden guardar sus secretos más especiales; a demás de ello, en cada silla había unas preciosas alas tan delicadas y bonitas como el pétalo de una flor, para que cada niño se las pusiese, si así quería, y poder jugar entre ellos a ser duendecillos que van volando y posándose de flor en flor, cual abeja.
Para culminar y como sorpresa para todos, contratamos a la mismísima Campanilla, que ese día tenía la jornada libre y no tenía que cuidar de los niños perdidos, ni hacer ninguna de sus picias a Garfio, la cual, vino con sus patines y estuvo haciendo sus travesuras entre los invitados y además sacó a bailar a nuestra anfitriona para que se sintiese más especial aún si cabe.
Y ya, como colofón y permitiéndonos ser un poco brujillas sólo queda decir que en el mismo restaurante había más comuniones y los otros niños todo el rato intentaban colarse en esta, con lo cual eso quiere decir que lo hicimos MUY BIEN, y de hecho nos sentimos muy orgullosas de ello.
Así que después de ver y leer que esto es posible y que nuestra niña por fin vio su tan ansiado mundo… ¿Quién no cree en la magia?
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